La infancia perdida


Dicen que el tiempo transcurre igual para todos. Pero para los que somos madres o padres el reloj vital parece ir a un ritmo algo más acelerado.

Es el ritmo de vida que esta sociedad nos impone: el colegio, el trabajo, las extraescolares, las tareas de la casa, el parque… te hacen caer exhausto en la cama, y al día siguiente otra vez de nuevo, un día y otro, un mes y otro, un año y otro. Y así, mes a mes, año tras año ves como tu hijo, tu hija, se va haciendo mayor sin darte cuenta y su niñez se pierde entre los dedos como el agua que cae en la palma de la mano, dejando apenas un húmedo recuerdo.

Cada vez destetamos antes a nuestros hijos, a veces por comodidad, otras por ignorancia, acortando esa unión irrepetible entre madre e hijo. Cada vez “aparcamos” antes a nuestras hijas en las bien llamadas guarderías, eso sí, sintiéndonos culpables de ello. Cada vez llevamos antes a nuestros hijos al colegio, ya los hay que admiten a niños y niñas con dos años de edad. Empezamos a hablarles de sexo con once o doce años, cuando nosotros, a esa edad todavía andábamos jugando con las trompas y a la goma. Antes se entraba al instituto a los catorce años, acontecimiento que marcaba el paso de la infancia a la adolescencia, ahora es a los doce años cuando nuestras hijas e hijos viven ese cambio. Todo se adelanta y su niñez se acorta.

Me pregunto cuánta culpa tenemos nosotras, las personas adultas, de haberle arrebatado parte de la infancia a nuestras niñas y niños. Podríamos sentenciar que la sociedad necesita cuanto antes a adultos que sigan manteniendo en movimiento esta pesada rueda, pero yo pienso, como decía Antonio Gala, que "la vida es como una locomotora lanzada a toda velocidad de la que hemos perdido el control"

AUTOR: Vicente Soriano