La organización política y territorial de España
Éste es el contenido de un tema del libro de sociales, que el otro día mi hijo de diez años, me enseñó cuando le pregunté qué era lo que estaba haciendo durante tanto tiempo en su cuarto.
- Estoy estudiando, papá –me dijo-. Tengo un examen el martes.
Pero al instante se echó a llorar. De sus lágrimas pude deducir el desánimo y la impotencia.
- Nunca voy a poder aprenderme esto, es un rollo –añadió-.
Levanté su cara e imaginé aquella misma mirada, triste y descorazonada, la misma que treinta años atrás observaba mi maestro cuando trataba de hacerme aprender la lista de los Reyes Visigodos y las capitales europeas. Qué poco parece haber cambiado la educación en este tiempo.
Por un instante pensé que era el momento de darle a mi hijo uno de esos sermones que hablan sobre la vida y las cosas que a lo largo de ésta tendrá que hacer aunque no le guste, que lo que aprenda le servirá para forjarse un futuro y para ser alguien en la vida, esas palabras que tantas veces hemos oído de boca de nuestros padres y de nuestros maestros. Sin embargo, algo en mi interior me dijo que tal vez era hora de hacer algo diferente, y le conté una historia:
“Hace muchos años los niños de un país andaban descalzos y harapientos por las calles, no iban al colegio porque la educación solo estaba al alcance de los más ricos y poderosos. Algunas personas pensaron que la vida no tenía que ser así y decidieron acabar con todo aquello que les oprimía y no les dejaba ser libres. Fue la Revolución Francesa. Miles de personas soñaron con la democracia, pero por aquél entonces esta palabra no existía y se inventaron un lema: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Luego vino la Revolución Industrial, la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la Segunda Guerra Mundial… Existió un señor muy delgado y calvo, llamado Gandhi, que nos dijo que las cosas no pueden hacerse cortando cabezas y matándose entre personas, que hay otro camino que es la Paz. Luego, un señor negro llamado Mandela, dijo que los negros tenían derecho a formar parte de esa democracia y que todos juntos lo podíamos hacer mejor. Hubieron muchos más que lucharon por defender estas ideas y aunque ninguno de ellos consiguió cambiar mucho las cosas, cada uno, con su pequeño esfuerzo, logró cambiar algo. Todas estas cosas que estás estudiando sirven para garantizar la libertad, la igualdad y promover el respeto entre todos.”
Poco a poco vi como aquellos ojos llorosos se secaban y un ápice de ilusión afloró en su mirada. Aquella historia de revoluciones, guerras y luchadores le interesaba: estaba aprendiendo.
- La Constitución.
- El Rey, Jefe del Estado.
- El Gobierno, el Poder Ejecutivo.
- Las Cortes Generales, el Poder Legislativo.
- Los jueces y tribunales, el Poder Judicial.
- El territorio y los limites de España.
- Municipios, Provincias y Comunidades Autónomas.
- La formación de la Unión Europea.
- Las instituciones de la Unión Europea. Consejo Europeo. Comisión Europea. Parlamento Europeo. Consejo de la Unión Europea.
- Los objetivos de la Unión Europea.
- Manifestaciones culturales y lingüísticas del estado español.
- Los símbolos del Estado. El escudo y bandera de España.
Éste es el contenido de un tema del libro de sociales, que el otro día mi hijo de diez años, me enseñó cuando le pregunté qué era lo que estaba haciendo durante tanto tiempo en su cuarto.
- Estoy estudiando, papá –me dijo-. Tengo un examen el martes.
Pero al instante se echó a llorar. De sus lágrimas pude deducir el desánimo y la impotencia.
- Nunca voy a poder aprenderme esto, es un rollo –añadió-.
Levanté su cara e imaginé aquella misma mirada, triste y descorazonada, la misma que treinta años atrás observaba mi maestro cuando trataba de hacerme aprender la lista de los Reyes Visigodos y las capitales europeas. Qué poco parece haber cambiado la educación en este tiempo.
Por un instante pensé que era el momento de darle a mi hijo uno de esos sermones que hablan sobre la vida y las cosas que a lo largo de ésta tendrá que hacer aunque no le guste, que lo que aprenda le servirá para forjarse un futuro y para ser alguien en la vida, esas palabras que tantas veces hemos oído de boca de nuestros padres y de nuestros maestros. Sin embargo, algo en mi interior me dijo que tal vez era hora de hacer algo diferente, y le conté una historia:
“Hace muchos años los niños de un país andaban descalzos y harapientos por las calles, no iban al colegio porque la educación solo estaba al alcance de los más ricos y poderosos. Algunas personas pensaron que la vida no tenía que ser así y decidieron acabar con todo aquello que les oprimía y no les dejaba ser libres. Fue la Revolución Francesa. Miles de personas soñaron con la democracia, pero por aquél entonces esta palabra no existía y se inventaron un lema: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Luego vino la Revolución Industrial, la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la Segunda Guerra Mundial… Existió un señor muy delgado y calvo, llamado Gandhi, que nos dijo que las cosas no pueden hacerse cortando cabezas y matándose entre personas, que hay otro camino que es la Paz. Luego, un señor negro llamado Mandela, dijo que los negros tenían derecho a formar parte de esa democracia y que todos juntos lo podíamos hacer mejor. Hubieron muchos más que lucharon por defender estas ideas y aunque ninguno de ellos consiguió cambiar mucho las cosas, cada uno, con su pequeño esfuerzo, logró cambiar algo. Todas estas cosas que estás estudiando sirven para garantizar la libertad, la igualdad y promover el respeto entre todos.”
Poco a poco vi como aquellos ojos llorosos se secaban y un ápice de ilusión afloró en su mirada. Aquella historia de revoluciones, guerras y luchadores le interesaba: estaba aprendiendo.
